Recientemente leí un libro titulado La Dama Azul, de Javier Sierra. El libro es sumamente interesante, es una historia construida en torno a los hechos verídicos que se dieron con Sor María de Jesús de Ágreda, una monja que vivió en España el siglo XVII y que se bilocaba (es decir, podía estar en dos lugares al mismo tiempo) apareciendo en América y realizando labores de evangelización al mismo tiempo que estaba enclaustrada en su convento. El caso estuvo muy bien documentado en su época, incluso se realizó una investigación por parte de la Inquisición Española, lo que le da mucha fiabilidad a los relatos sobre las bilocaciones de María de Jesús de Ágreda. Resulta interesante incluso para quienes gustan de lo paranormal, pues la capacidad de esta monja para bilocarse ha hecho que algunas personas teoricen con poderes mentales estilo Stranger Things. Realmente es un tema fascinante.
La otra noche salí con unos amigos y comenzamos a hablar de este caso. La conversación comenzó a girar en torno a la fiabilidad de estos relatos, de los registros de la época y pronto se empezó a discutir respecto de la veracidad de los textos antiguos, como los Evangelios. Un amigo aseguró que es imposible confiar en algo que alguien escribió hace 500 años, menos aún hace dos mil. Esta idea me parece por supuesto completamente errónea, ya que aún si algo se escribió hace miles de años existen muchas maneras de comprobar si un documento es confiable. Pero eso es tema para otra plática. Hubo otra idea, que estaba mucho más generalizada entre mis amigos, de la que quiero hablar hoy: la creencia de que existe un documento que desmiente todo el canon de la Iglesia, y que dicho documento o bien se encuentra en posesión del Vaticano bajo el más absoluto secreto, o bien ya fue destruido por la Iglesia (estilo El Código DaVinci). A continuación hablaré de por qué hay razones suficientes para no creer en esto.
Primero hay que decirlo, es posible que el día de mañana aparezca un documento que contradiga todo el canon de la Iglesia, o que asegure incluso que Jesús nunca existió, es posible porque no se puede negar completamente la existencia de cualquier cosa.
Ahora bien antes de entrar de lleno en materia hay que decir lo siguiente, si te preocupa que la Iglesia destruya o esconda un texto que hable mal de Jesús, déjame tranquilizarte: esos textos ya existen. Desde las referencias romanas de las que hablaré más adelante, hasta el llamado evangelio de Judas, existen varios textos que contradicen lo dicho en los textos canónicos. Nadie los esconde. Nadie trata de destruirlos. Están ahí, para que cada individuo en libertad los analice y elija qué creer. La preocupación de mis amigos sería más precisamente sobre un texto que asegure que Jesús no existió y que todo fue una mentira de los que se hicieron llamar sus Apóstoles. Analicemos dicha posibilidad y lo que sabemos a día de hoy:
No existen referencias a dicho documento. Ningún autor, ninguna carta, ningún documento conocido a la fecha habla de un manuscrito en el cual se niegue la existencia de Jesús. Contamos con mucho material, tanto en formato de libros como de cartas, para tener una idea clara de los documentos que circulaban en los primeros siglos del cristianismo, y no hay referencia alguna conocida que hable de un documento que desmienta la existencia de Jesús.
Aparte de los libros que conforman el canon católico tenemos una amplia cantidad de evangelios apócrifos, algunos que no aportan nada diferente a la fe de la iglesia, otros que sí difieren en algunas cosas. Y por último tenemos los textos de fuentes no cristianas de los siglos I y II que hablan de Jesucristo. En específico podemos citar al filósofo Mara bar Serapion, al historiador judío Flavio Josefo, el Talmud judío y tres fuentes romanas que se refieren a Cristo (Plinio el Joven, Tácito y Suetonio). Si bien estas fuentes hablan de Jesús de forma poco halagadora (exceptuando a Flavio Josefo y a Bara mar Serapion), tildándolo de ser un mentiroso, un brujo, un engañador y otras cosas semejantes, todas coinciden en algo: Jesús existió. Quien quiera asegurar hoy que Jesucristo no existió y que todo fue un invento de un pequeño grupo que tuvo demasiado éxito, tiene que explicar por qué se habla de Jesús en fuentes contrarias a las cristianas. Este es un detalle que en mi opinión resulta fundamental para probar la existencia del Hijo del Hombre.
Otra opinión que pareció popular entre mis amigos es que la todopoderosa Iglesia Católica Romana, en los primeros tiempos del cristianismo, pudo haberse hecho, por medio de sus tentáculos, de cualquier texto que contradijese su canon, a tal punto de desaparecerlos por completo. Pero esta creencia tiene un error bastante común y grande: el pensar que la Iglesia siempre ha sido tan grande y poderosa como lo es hoy, lo cual es falso. En los primeros años del cristianismo ésta era una religión perseguida. De hecho, los primeros cristianos se pasaron más de dos siglos siendo perseguidos, martirizados, torturados, encarcelados y asesinados por su fe. Los cristianos eran los enemigos del Imperio Romano. La Iglesia no era poderosa en ese entonces. La Iglesia no podía hacer desaparecer textos en esos días, aunque así lo hubiese querido. Y si ese hubiese sido el caso, ¿por qué entonces la Iglesia no hizo desaparecer todos los textos que contradicen su canon? No, la Iglesia no hizo desaparecer textos al comienzo del cristianismo.
Los primeros cristianos estuvieron bastante ocupados. Defendían su fe y propagaban la Palabra del Señor. Dentro de estas actividades estaba el escribir, y mucho. Actualmente contamos con muchos textos escritos por los primeros cristianos, y en muchos de ellos el objetivo era refutar herejías que aparecían incesantemente en la época. ¿Por qué es importante esto? Porque así podemos ver que el deseo de los primeros cristianos no era destruir textos, al contrario, se dedicaron a desmentir dichos textos por medio de la argumentación, publicando sus propios escritos. Además, como mencioné anteriormente, en estos textos contra las herejías tenemos referencias hacia todos los textos de la época que contradecían el canon de la Iglesia y en ningún momento se habla de algún texto que niegue la existencia de Jesucristo.
Parece obvio, pero hay que decirlo: cuando se encuentra un manuscrito antiguo, no se encuentra en perfectas condiciones listo para ser leído. Mucho menos se encuentra en un idioma en el cual quien lo encuentra lo puede leer inmediatamente. Los textos antiguos se encuentran en un estado de conservación muy delicado, lo que implica que se tienen que tratar con mucho cuidado antes de desdoblarlos e intentar leerlos. Además, el proceso de traducción de estos documentos es sumamente complicado ya que aun cuando se recupera un manuscrito lo suficiente para poder identificar la escritura, están escritos en idiomas que no se hablan ya hoy en día. ¿A qué voy con esto? Si mañana en una excavación se encontrase un texto que diga que Jesús no existió, ¡nadie lo sabría! Al menos no hasta que se lleve a cabo todo este proceso, momento para el cual resulta imposible desaparecer el documento pues éste ha sido ya registrado, se le han tomado fotos y se ha publicado su descubrimiento. En la actualidad existen muchos textos antiguos que están esperando traducción. ¿Alguno de ellos dice que Jesús no existió? Podría ser. ¿Lo va a destruir la Iglesia? No, la Iglesia ni siquiera conoce el contenido de dichos textos.
Si se descubriera un texto con esas características, realmente no sería devastador para la Iglesia y la fe cristiana, esto seguiría siendo cuestión de fe. Habría que evaluar su autenticidad, averiguar en qué siglo se escribió, quién fue el autor, cuáles fueron sus motivaciones, si el autor fue un testigo de los hechos narrados y demás cuestiones. En última instancia, tal como con los Evangelios, cada quien tendría que decidir en qué creer. Justo como hacemos ahora.
Por último, y esto es importante, hay que decir que nos encantan las teorías de la conspiración. Amamos ver misterios, secretos y conspiraciones en cualquier sitio. Quién sabe de dónde provenga nuestra fascinación por las conspiraciones, pero es algo real, y puede ser también esto lo que hace que mucha gente acepte sin pensárselo dos veces la proposición de que una institución tan grande y poderosa como la Iglesia puede incurrir en un elaborado plan para encubrir la verdad. Pero, como en muchos casos, si analizamos las evidencias de forma racional, nos podemos dar cuenta que esto no es tan factible.
Espero con este pequeño texto calmar un poco las preocupaciones de mis amigos y darles la confianza de que la verdad siempre termina por salir a la luz. Tengo la certeza de que los autores de los Evangelios estaban transmitiendo algo que para ellos era de suma importancia y por eso intentaron escribir algo que fuera lo más apegado posible a la verdad. Tengo también la certeza de que Dios no necesita mentiras, de que nos ha hablado por medio de sus elegidos y éstos no han tenido que mentir en absoluto para difundir Su Palabra. A fin de cuentas fue Jesús mismo quien lo dijo.
La verdad los hará libres
Juan 8: 32
No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz
Lucas 8: 17
Quiero agradecer a mis amigos Andrés, Berna y Laura por una plática con la mente abierta. A Mudo no tanto porque no tiene la mente tan abierta. Solo bromeo, también a Mudo, espero que encuentres la verdad en tu vida amigo.